Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2020

Mamá se fue

Imagen
Aquella mañana tibia de otoño que amaneció con sol tímido, siempre la recordaría no solo por la bulla que los vecinos hicieron cuando aún era oscuro, sino también porque le ganamos al gallo dormilón, como acostumbraba decir mi padre cuando se levantaba temprano. Mi madre llevaba varios días echada en cama, casi no hablaba. Junto a ella estaba doña Hermelinda, una mujer muy acomedida y caritativa que se encargaba de que no me faltara nada y estaba siempre atenta a lo que yo hacía. También lo era con mamá y solícita le alcanzaba pócimas y menjunjes junto con sus alimentos. A pesar de que hablaban en voz baja, las vecinas que ayudaban a mi madre alcanzándole agua caliente, toallas o preparados olorientos, no pude evitar entender que mi madre estaba muy mal. Me acerqué a verla como lo hacía siempre y esta vez no cogió mi mano. Respiraba con dificultad, jadeando. A Oswaldo mi hermano mayor y a mí, nos sirvieron un jarro de mazamorra caliente y un pan, Miguel mi hermano menor no desper

Merecido castigo

Imagen
Por la tarde deberíamos de ir a traer camotes y hojas de maíz para los animales. La tía nos pidió que cortáramos unas cuantas “cañas dulces” en el camino, “de preferencia las que son negras y gruesas”, nos dijo. Partimos después de almorzar, José nuestro primo insistió en acompañarnos, su mamá aceptó.   Traía José un frasco de vidrio en las manos, no sabíamos que intenciones tenía y tampoco le preguntamos, intuíamos tal vez que nada bueno nos esperaba. Camino a la chacra, el arenal era grande y en él vivían varios bichos entre los que siempre veíamos algunos alacranes pequeños que nosotros los aplastábamos intencionalmente a nuestro paso.   A nuestro primo se le había ocurrido ir juntándolos uno por uno. Molestaba al alacrán con un palito y cuando éste atacaba, procuraba que clavara su aguijón en la madera, de inmediato destapaba el frasco y lo sacudía dentro. Cuando el bicho se daba cuenta ya estaba prisionero junto con otros sujetos de su misma especie luchando contra la pared de

La Navidad de los huérfanos.

Imagen
Eran los primeros días del mes de diciembre y en uno de los desayunos dominicales el tío Bernabé, inició su monólogo. - En estos días se celebra el nacimiento de un hombre que viviendo poco en este mundo se le recuerda por sus palabras, porque nunca hizo nada – comenzó diciendo. Sus palabras fueron cortadas por la tía Lucrecia. Era la primera vez que escuchaba que interrumpían su “análisis de la vida”, como acostumbraba llamar a sus pequeñas conferencias. - Mira Bernabé - dijo la tía soltando la taza que tenía en la mano -. Esto no es cuestión que tú quieras creer o no, las cosas simplemente son así y no quiero que influyas en los chicos con tus ideas ateas, en tu sindicato puedes exponer tus pláticas como quieras, pero acá, ten cuidado – sentenció. Noté que el tío perdía color en el rostro, mientras que la cara de la tía se ponía morada por la fuerza que ponía a sus palabras. - Te guste o no, el nacimiento se armará una vez más en la sala para adorar al niño Manuelito, la Na

Pequeña aventura

Imagen
Tenía ocho años de edad y mi mente infantil nunca imaginó poder tener la oportunidad de viajar con mi tío al que de cuando en cuando veía y admiraba. Era mi héroe, y cada vez que llegaba de viaje, lo escuchaba contar historias de lo que le ocurría en sus travesías. Imaginaba que tenía súper poderes y se enfrentaba a toda clase de obstáculos de los que siempre salía vencedor, para luego en un acto benevolente regresar a visitarnos sano y salvo cargado de triunfos, victorias y más historias. Ahora yo tendría la oportunidad de ir con él, acompañarlo en uno de esos maravillosos viajes y juntos iríamos tras aquellos terribles monstruos que siempre lo escuchaba contar en la casa de la abuela, o por lo menos era lo que yo imaginaba con sus relatos de ruta. Creía conocer el camino, lo había imaginado tantas veces que cada tramo de la carretera comenzó a hacerse conocido para mí, recordaba cada accidente o curva peligrosa que comenzamos a recorrer. Viajaba con mi cara pegado al parabrisas s