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Mostrando entradas de enero, 2010

La fiesta de Mila

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Ya estábamos todos listos, pero ella no había cuando se decidiera, por fin salir. Daba vueltas por toda la casa, buscaba algo. Todos mirábamos con preocupación los relojes; a este paso llegaríamos tarde. Se celebraban los 15 años de Mila, fiesta familiar muy esperada. Toda la semana no se comentó otra cosa, que no sean detalles vinculados a este suceso. Salió de la cocina y se fue a su dormitorio corriendo, parecía que por fin había recordado donde lo había dejado. ¿Dejado?, que había dejado. ¿Qué buscaba? Como quiera que no diera explicación alguna, nadie sabía cómo ayudarla. Los preparativos habían comenzado algo más de un mes atrás. Y de a pocos el ajetreo fue creciendo. Ya todos estábamos comprometidos. Todos teníamos algo que ver con la fiesta de Mila. Las tarjetas, el vestido, los zapatos, la decoración del local, en fin todo lo que pudiera pensarse en esos días tenía que ser del mismo color. Ella no salía y tuvieron que ir a buscarla. Llegó a nuestro lado, despeinada, alboro

Boquerón

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Encima de la carga que traía el «Rebelde sin causa» se acomodaban unos cilindros herméticos que eran llenados con gasolina y cual grifo ambulante surtía de energía al noble compañero de viaje. Retornando de la experiencia vivida con tan peculiar orquídea, encontré a mi tío con una manguera larga que salía del cilindro en la parte superior del camión, tratando de succionarla para de inmediato introducirla en el tanque de combustible del camión, costumbre bastante artesana, que también tenía sus riesgos, un pequeño descuido y el que se abastecería, sería el que succionaba la manguera. Hecho esto, llenó de agua fresca el radiador del motor, revisó aceite con una varita que la limpió varias veces, golpeó las llantas una por una para verificar su buen estado y quedaba todo listo para continuar nuestro viaje luego del descanso en el restaurante de «Chesman». Salieron todos los habitantes del lugar, inclusive los ocasionales comensales, para despedirnos con las manos al aire agitándolas ami

Adonis

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Frente a la Casa-Restaurante “Chesman”, había una amplia explanada y algunos metros más allá un río corría ruidoso. Por donde se mirase había piedras de variados tamaños, formas y colores, todas con signos de haber sido removidas de su sitio o demolidas para dar paso a la carretera. Avancé por ese lugar, tratando de encontrar el río bullanguero, mientras recordaba las historias de este lugar, que había escuchado en las constantes reuniones en casa de la abuela, todas con misterio y algo de terror. Era un hermoso día, el sol desde muy temprano brillaba en lo alto y aún cuando todavía no podía bañarnos con su calor por la sombra del cerro que nos cubría, se podía sentir una tibia calidez y mucha luz. No sé qué tiempo estuve parado viendo transcurrir el río, no muy caudaloso pero si torrentoso y sonoro, que corría chocando de una piedra a otra en su avance precipitado y fugaz. El lugar estaba lleno de vida, muchos insectos trataban de tomar algo de los pequeños rayos de sol que comenz