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Mostrando entradas de agosto, 2010

Champa

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Una semana después, tal como lo ofreciera mi papá, nos mudamos de casa. Una casita muy acogedora, no muy lejos de la anterior, nos dio la bienvenida. Estaba a una cuadra, frente a la fábrica de cerveza, junto a una escuela, que por estos días lucía vacía. Los dueños eran una señora y un señor que vivían en otra casa junto a la nuestra, se ofrecieron velar por nosotros, “como si fueran parte nuestra”. Ella siempre daba órdenes en todo momento y él obedecía de buena gana. Ella era blanca y gorda, él delgado y moreno. “¿Nemesio?” decía ella y el señor aparecía con algo en la mano seguro que eso era lo que ella buscaba o requería. Nunca dejaron de sorprendernos por la química que había en entre si. Se les veía siempre felices, sonreían en todo momento. La nueva casa era pequeña, tenía dos ambientes, uno lo usamos como dormitorio; ahí acomodamos nuestras camas que las trajimos al hombro desde la casa anterior. Mi papá se encargaría de hacer el resto con la ayuda de “champa “que desde enton