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Mostrando entradas de noviembre 26, 2009

La huida

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Desde que salimos de la ciudad por la avenida Mansiche, ya habíamos caminado varias horas. Mi padre cargaba a Miguel que iba dormido y adicionalmente llevaba un bulto grande en la espalda. La madrasta caminaba con dificultad, pues se había doblado un pie al saltar un canal de regadío que tuvimos que sortear en nuestro apresurado camino. El cañaveral que atravesábamos era alto y estaba floreando, señal que ya estaba listo para la zafra. Esto era terrible para nosotros, pues al contacto nuestro las plantas nos bañaban con el polen que producían un escozor terrible en nuestros cuerpos. A pesar de su dolor, era la madrastra la que nos alentaba a que no nos detuviéramos, ella me cogió de la mano y me llevaba casi a rastras ya que me puse a llorar por el cansancio y por la picazón que sentía en todo el cuerpo. Rigoberto, mi hermano mayor, no perdía el paso y se mantenía junto a mi padre sin decir nada; sobre su cabeza llevaba un bulto voluminoso pero de escaso peso. El anuncio de que e