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Mostrando entradas de octubre 26, 2009

Nuestros primos.

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Los días pasaban lentamente. Para nosotros, cada día era una experiencia nueva y al paso que íbamos, nunca terminaríamos de aprender las reglas de la casa, pues me daba la impresión que todos los días las cambiaban, adecuándolas para que nosotros no podamos terminar nunca de adecuarnos a ellas. Raúl, el mayor de los hijos de la tía Lucrecia, era campeón haciéndonos quedar mal, muchas veces tuvimos que pagar por las travesuras que él hacía y que terminaba culpando a algunos de los “huérfanos”, término que solía usar para refregarnos en la cara nuestra condición de alojados en su casa. La tía nunca nos perdonaba ninguna falta, por muy leve que fuera. Raúl sabía que su madre no dudaba de su palabra, por lo que disfrutaba y abusaba con ello. José el segundo de los varones, era más callado, pero más rencoroso y peleador, siempre buscaba pleito al que se cruzase en su camino. Nosotros terminábamos muchas veces al día, atravesados en aquel negro destino por más que nos esforzábamos en no