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Mostrando entradas de agosto, 2009

¡Pulgas!

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Por ese entonces también descubrí lo más latoso que puede pasar en la vida de un ser tan pacífico como yo. La primera vez que lo sentí me hizo saltar, sin poder entender que estaba pasando. Como pude me rasqué y al poco rato otra mordida, en otra parte de mi cuerpo, luego otra y luego otra más. Cuando se calmó la molestia, pensé que se habían acabado mis pesares, cuan equivocado estaba. Al cabo de unas horas volvió el ataque, me desesperaba, con las patas y los dientes trataba de eliminarlas, lo que me producía un escozor mayor y algunas heridas que aunque pequeñas eran cada vez más incomodas. En poco tiempo las mordidas fueron en varias partes de mi cuerpo al mismo tiempo. Al no poder evitarlas, intente acostumbre a soportarlas, para de ese modo no lastimarme al rascar. Pero, la cosa ya no era broma, había momentos muy largos que no me dejaban dormir, en el mejor de los sueños, que aunque pocos son necesarios para mi existencia, me despertaban y tenía que mantenerme en movimiento, sub
Cuando inicié este blog, nunca imaginé que en tan poco tiempo tuviera tantas visitas. Hoy ya llegan a 500 y me llena de satisfacción. Mi agradecimiento sincero a todos los que invirtieron parte de su tiempo para leer y en algunos casos dejar sus comentarios. Esto solo hace, que me comprometa a seguir “posteando” artículos que dormían ocultos en algún lugar, condenados a "madurar" con el paso del tiempo, con el riesgo tal vez de terminar siendo olvidados. Gracias una vez más y los invito a regresar cuando quieran. Ah, encantado también de escuchar sugerencias, escríbanme a: prprieto@hotmail.com Un abrazo

Cachorrito triste

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Los recuerdos más lejanos, los tengo desde siempre, ligados a ésta mi familia que supo darme cariño, aprecio, comida y un espacio donde poner mis huesos a estas alturas de mi vida. No muy cómodo, después de todo nunca lo fue, pero seguro, después les diré porque. Llegué siendo muy pequeño, días de nacido talvez, y me adoptaron con un montón de caricias que por poco me quitan la vida. Todos querían acariciarme, tocarme y cargarme. En este proceso, más de una vez fui a parar al suelo y gracias al cielo que de donde caí, siempre fue de las más pequeñas de las manos; lo que significaba menos altura con respecto al piso. Joel, el más travieso y cariñoso, se peleaba con todos los demás niños por querer tenerme y decía pertenecerlo. Así también lo creí siempre yo, hasta que un buen día le ordenaron que me sacara del interior de la casa, pues me había ganado una de mis necesidades fisiológicas. Fue divertido ver al grupo de personas, todas escandalizadas por un poco de caquita. Lo vi divertido

Quiero ensayar mi viaje

Quiero ensayar mi viaje de madrugada, con un sol naciente, con el rocío, con la aurora, quiero dibujar en el horizonte con la última luz tenue, una pequeña sombra de viajero recién llegado. No quiero ser el viajero que se tardó un poco en el camino por recoger el corazón que saltó para enredarse en los dos pies, tampoco quiero ser el ave que dormida se queda, debiendo cantar al amanecer. Quiero ensayar mi viaje para no ser una abeja extraviada fuera de su colmena, anochecida por buscar flores o distanciada por soñar con mieles.

Entre puentes

Luego de una serie de curvas y un camino que descendía notoriamente, comparado con lo que hasta aquí había sido, donde había cerros pequeños cortados casi a tajo para dar paso a la carretera, nos topamos con un puente que llamó mi atención por tener aspecto llamativamente nuevo, muy reluciente o recién pintado color amarillo, casi naranja. Antes de ingresar a él, el «Rebelde sin causa» se detuvo. Mi tío bajó y desde el lugar que estaba podía ver un río ancho de aguas turbias color marrón que transcurrían lentamente a través de una maraña de arbustos y algunos sembríos entre los que pude distinguir plantas de plátano mayoritariamente. El sol era fuerte y supuse que era medio día, básicamente porque mi estómago así me lo indicaba. Frente a mí, un letrero indicaba con letras verdes el nombre del lugar «Puente San Alejandro». Junto al letrero un camino asomaba subiendo del río, por donde en poco tiempo aparecieron tres camiones cargados con cascajo. Algunas piedras rodaron de lo alto de la

Comienza el viaje

Tenía ocho años de edad y mi mente infantil nunca imaginó poder tener la oportunidad de viajar con mi tío al que de cuando en cuando veía y admiraba. Era mi héroe, y cada vez que llegaba de viaje, lo escuchaba contar historias que le ocurrían en sus travesías. Lo imaginaba con súper poderes, enfrentándose a toda clase de obstáculos, de los que siempre salía vencedor, para luego en un acto benevolente regresar a visitarnos sano y salvo, cargado de triunfos, victorias y más historias. Ahora yo tendría la oportunidad de ir con él, acompañarlo en uno de esos maravillosos viajes, juntos iríamos en pos de aquellos terribles monstruos, que yo me los imaginaba, y que siempre contaba en la casa de la abuela. Creía conocer el camino, lo había imaginado tantas veces, que cada tramo de la carretera comenzó a hacerse conocido para mí. Recordaba cada accidente o curva peligrosa que comenzamos a recorrer. Aún así, a pesar que recordar o imaginar más bien, viajaba con mi cara pegado al parabrisas sin

Rebelde sin causa

Rebelde sin causa Era el mes de julio cerca de fiestas patrias y mi tío estaba en la ciudad con su camión Ford plomo, estacionado en la puerta de la casa de mis abuelos. Siempre que veía el camión imaginaba muchas cosas, luego de escuchar parte de las charlas largas y llenas de risa que tenía con mi madre y mi abuela. Esta vez me pareció más grande el camión. Estaba más lindo, parecía haber rejuvenecido, pero la verdad era que únicamente estaba limpio, a diferencia de las veces anteriores que lo vi, lleno de tierra al llegar de un largo viaje. En la casa se reunieron mi abuela, mi madre, una tía y el marido de ésta, conversaban alegremente y brindaban con una botella de cerveza que daba vueltas en cada brindis. Como pude me acomodé cerca de ellos, y procuraba no perderme detalle alguno de las anécdotas que contaba mi tío, lo miraba fijamente y aún cuando él simulaba no darse cuenta de mi presencia, yo sabía que no era así. La reunión que empezó a medio día se ponía más alegre conforme

Acuerdate Ramón

Acuérdate Ramón que tienes hijos, le decía Jimena al impetuoso hijo que regresaba a casa de su madre sin su familia y lleno de mil historias de sus últimos viajes. Estos chicos te necesitan, no solo es cuestión de dinero. Tu presencia física es necesaria para formarlos, educarlos y encaminarlos. Están con su madre y además sus abuelos siempre velan por ellos. Tal vez Ramón, pero nunca renuncies al deber que Dios te dio de ser padre. Ramón había estado en la frontera y había visto mil cosas. En un país de contrastes como el nuestro y repleto de conflictos. Nuestros vecinos se esmeran por dar lo mejor que tienen a sus pobladores mientras que nosotros maltratamos a nuestros paisanos. Es una pena se lamentaba. Seguramente Ramón pero más pena vas a dar si es que sigues alejándote de tu hogar. Es el trabajo. “Soy reportero”. Trabajo para uno de los diarios más importantes de la capital. Seguramente Ramón pero de que te sirve si pierdes a tus hijos. Volaba como una mariposa, hoy aquí luego p

El último viaje

El último viaje Ingresé corriendo para ver a mi papá, lo encontré arrodillado en la puerta de nuestro cuarto abrazando fuertemente a Oswaldo. Sintió que llegaba y sin voltearse siquiera, extendió uno de sus brazos y me cogió. Tenía la mirada perdida, dejó a mi hermano mayor para coger a Miguel que tropezó al llegar a su lado. Con los dos abrazados se levantó y como si volviese de un sueño, con la serenidad que lo caracterizaba, preguntó “¿y muchachos, como están?”. Oswaldo quiso decir algo pero él se adelantó y nos dijo “vengan muchachos, quiero que vean lo que les traje”. Y con la mayor simplicidad del mundo nos condujo hasta la cabina del camión. Soltó un ligero suspiro y comenzó a contarnos lo que le había pasado en su último viaje. Luego nos habló de lo que significaba la vida, de las vicisitudes y contrariedades, de las sorpresas que nos tiene reservadas, algunas agradables y otras no tanto. Nos pedía que a las cosas las tomemos como llegan, que debiéramos ser siempre fuertes, don