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Mostrando entradas de octubre, 2020

Felipa del Pino

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  Felipa del Pino era una mujer delgada, alta, blanca, de cabellos rubios entrecanos. Vivía sola desde hacía buen tiempo. El marido y sus dos hijos un buen día partieron del pueblo y nunca más se los volvió a ver. Se decía, que luego de estar en el pueblo y realizar algunos buenos negocios se alejó dejando a su mujer, quien obstinada se quedó perseverando en los sueños que les trajo a estas tierras ajenas para ellos. Luego de varios años de soledad y algunos malos manejos financieros de a pocos fue perdiendo la cordura. De ser propietaria de varios terrenos y una pequeña parcela ganadera de pronto se quedó sin nada. Ahora vivía en las afueras del pueblo en una covacha a la vera de un camino solitario y se alimentaba de la caridad de sus vecinos sin querer aceptar su condición indigente. No perdía la costumbre de recorrer las calles polvorientas en algunas épocas y en otras como en ésta, llenas de charcos por las lluvias. Lo hacía cubierta con un abrigo largo y sucio, debajo del cual so

Inexplicable pero cierto

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Era víspera de navidad, me encontraba en Tingo María a tres horas de viaje de Huánuco. Mi intención era llegar a ver a mis hijos en esta festividad y para ello tenía a la mano un paquete con algunos presentes para ellos. Me había retrasado mucho más tiempo del que había previsto y dispuesto a llegar a mi destino me enrumbé a la salida de la ciudad donde desde un puesto de control la policía efectuaba un chequeo a los vehículos que por ahí pasaban. Desde las siete de la noche esperaba con paciencia que algún vehículo me ayudara a cumplir mi cometido, sin embargo, transcurridas dos horas aún no aparecía quien pudiera hacerlo. El policía al ver que no tenía mayor labor que realizar se despidió desde su caseta de control y me dejó solo. Cuando estaba por desistir de realizar el viaje apareció una camioneta tipo picap color negro, cuya zona de carga traía cubierta por una lona muy bien acondicionada. Un joven conductor se ofreció voluntariamente a conducirme hasta Huánuco antes que yo se

Mal amigo

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Por todo el pueblo corrió la noticia que unos chicos se habían peleado después de la fiesta del club naranja, que era como los conocían por el color de sus camisetas. En el banco se comentó entre dientes procurando que el gerente no se entere, él tenía muchos asuntos que resolver con los funcionarios que estaban en la ciudad y no de visita precisamente. La auditoría, aunque de rutina, precisaba toda la atención de la administración de la institución. Ernesto Zuker, llamó airadamente la atención a una de sus secretarias cuando ésta trató de comentarle el día lunes a primera hora lo que había escuchado. – El banco a usted le paga para trabajar, no para andar con chismes – fue el argumento tajante del gerente, sumergiéndose entre una ruma de papeles llenos de números que tenía delante. A unas cuadras antes de llegar al colegio, Carlos Zuker fue interceptado por La Muralla, quien le imploraba le perdone por abandonarlo a la salida de la fiesta. – Yo pensé que tú también correrías – d

Después de la fiesta

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Amaneció Carlos Zuker echado sobre su cama, con la ropa que llevó puesta en la fiesta de la noche anterior. Lo primero que sintió fue que la cabeza le iba a estallar, luego el más mínimo movimiento le causó dolor intenso en todo el cuerpo. Intentó recordar que había pasado en las últimas horas y no lograba entender nada. Una inusitada alegría le causó saber que estaba en casa. El silencio reinante no le gustaba, intentó llamar a su mamá, pero de su garganta no salió sonido alguno, solo dolor. Intento seguir durmiendo, pero no podía. Comenzó a sentir pánico, más aún cuando intentó levantarse y el dolor lo impidió. El costado derecho de su pecho estaba hinchado, fue entonces que comenzó a llorar en silencio para que sus padres no le escucharan.   ¿Qué les diría? le martirizaba pensar. Lloró bastante y se quedó dormido hasta que su madre se acercó para invitarlo a almorzar. Vio el reloj de su brazo, eran las tres de la tarde, con dificultad se levantó y caminó al baño. Él sabía que su mad