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La huida
Desde que salimos de la ciudad por la avenida Mansiche, ya habíamos caminado varias horas. Mi padre cargaba a Miguelito el menor de mis hermanos, que iba dormido, y adicionalmente llevaba un bulto grande en la espalda. Rigoberto, mi hermano mayor, no perdía el paso y se mantenía junto a mi padre sin decir nada; sobre su cabeza llevaba un bulto voluminoso, pero de escaso peso. La madrasta caminaba con dificultad, se había doblado un pie al saltar un canal de regadío que tuvimos que sortear en nuestro apresurado caminar. Sobre mi espalda habían amarrado un pequeño bulto y en una mano llevaba una olla llena de trastes y utensilios de cocina. El cañaveral que atravesábamos era alto y estaba floreando, señal que ya estaba listo para la zafra. Esto era terrible para nosotros, pues al contacto nuestro, las plantas nos bañaban con el polen que nos producía un escozor terrible en nuestros cuerpos. A pesar de su dolor, era la madrastra la que nos alentaba a que no nos detuviéramos, ella me c
Comentarios
Noble sueño atrapado en abrazos,
donde tú tienes un sitio
para su vida en la mía.
Gracias por estar presente
en mi fiesta de letras este año.
Afinal o melhor de nossas vidas são nossas lembranças!!!
feliz ano novo!
Um abraço
Agradezco que me incluyas, dentro de tu lista de seguidores. Te dejo además, un fuerte abrazo colmado de paz, amor, dicha y prosperidad.Te seguiré leyendo, un beso para ti.
CON AFECTO DE NORMA PADRA
Paz y amor.
FELIZ 2010!!
SALUDOS!!!!
Saluditos desde Mexico!!!!
Por cierto Gracias por visitar mi blog!