Tempo Taba y sus aves amaestradas.


La majestuosidad de la selva expresada en efectos multicolores anunciaba el hermoso amanecer en medio de la bruma. Un intenso silencio reinaba en torno a la pequeña laguna que luchaba por sobrevivir a las inclemencias del clima al ir desapareciendo de a pocos por la evaporación de sus aguas. Cientos de peces de diversos tamaños, la mayor parte adultos y grandes sacaban la boca de las turbias aguas buscando el oxígeno que les permitiera seguir con vida mientras algunos animales parados en la orilla observaban asombrados el espectáculo, varias aves trepadas en las ramas cercanas esperaban la mejor oportunidad para lanzarse al agua y cazar a los desesperados peces. 

La laguna era la última huella dejada por las inundaciones ocurridas en tiempo de lluvias en medio de la selva. Este rincón concentraba vida en medio del inclemente calor de estos días. En medio de tanta adversidad para el hombre, Tempo Taba un humilde hombre venido quien sabe de qué lugar, había instalado una pequeña cabaña procurando no alterar el paisaje y no estorbar a sus habitantes. Había aprendido a mimetizarse con la naturaleza y como esta cabaña, contaba con dos más en sitios muy escondidos en medio de la espesa vegetación. 

Tempo Taba estaba empeñado en capturar camungos, un ave de enorme buche que llegaba hasta la laguna en busca de alimento. Había estudiado con detenimiento las costumbres de este animal, el tipo de alimentación que tenía y los hábitos muy propios de su comportamiento. Sabía que llegaban siempre puntuales, la forma de cazar que tenían, pero por sobre todo la peculiaridad de viajar en parejas, siempre en grupos numerosos. 

Acostado en el techo de su cabaña sabía que pronto llegarían a posarse en ese lugar. Al ser descubierto por los camungos y verlo quieto las aves se acercaban a él con curiosidad. Tempo taba inmóvil estudiaba a cada uno de los individuos y aprovechaba ese momento para coger por las patas al camungo que consideraba útil para sus planes. 

Luego de un pequeño forcejeo el camungo se dejaba conducir y en poco tiempo aceptaba las caricias y alimentos que le prodigaban. En un lugar estratégico en medio de la selva, Tempo Taba había construido un criadero de camungos a quienes engría todos los días. Luego de algunos días de interactuar con ellos, soltaba pequeños grupos que se alejaban del lugar para regresar por la tarde con puntualidad. Había descubierto que los machos siempre regresaban por sus compañeras y las hembras por sus compañeros que quedaban retenidas en el criadero. De esta manera las aves al volar libres llegaban a unos riachuelos lejanos en busca de arcilla y pequeñas piedrecillas que los camungos ingerían como hábito alimenticio.  

Al caer la tarde Tempo Taba abría las puertas de los criaderos donde se refugiaban las aves que quedaban retenidas, quienes con fuertes alaridos lastimeros parecían llamar a los compañeros que retornaban a esa hora. Les permitía pernoctar juntos y al día siguiente soltaba a las que el día anterior habían quedado retenidos y así alternativamente, con la seguridad que siempre regresarían. 

Tempo Taba y sus camungos amaestrados era visto por sus vecinos, que eran pocos y alejados, como un demente y no entendían la razón de su cada vez creciente riqueza. Cuando él salía, quedaba en casa una mujer joven que era su concubina. Había aprendido al igual que el marido a interactuar con las aves y trabaja ardorosamente gran parte de día preparando alimento para los camungos que quedaban retenidos y que día a día se incrementaban. 

Sin embargo, al llegar la mañana el corral quedaba repleto de excrementos que el ingenioso hombre había descubierto que valía oro. Literalmente era oro, pues tras un prolongado proceso de cuidadoso lavado extraía pepitas de este mineral precioso que los camungos recogían con sus picos en sus expediciones diarias a aquellas laderas distantes. Tempo taba las iba juntando en botellas de vidrio que las enterraba en lugares que solo él conocía de donde salían cada vez que visitaba la ciudad para comprar artefactos que le daban comodidad en medio de la selva y a la vez despertaba la envidia de sus vecinos. 

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

La huida

Para otra vez será

Teretañas