Desde que salimos de la ciudad por la avenida Mansiche, ya habíamos caminado varias horas. Mi padre cargaba a Miguelito el menor de mis hermanos, que iba dormido, y adicionalmente llevaba un bulto grande en la espalda. Rigoberto, mi hermano mayor, no perdía el paso y se mantenía junto a mi padre sin decir nada; sobre su cabeza llevaba un bulto voluminoso, pero de escaso peso. La madrasta caminaba con dificultad, se había doblado un pie al saltar un canal de regadío que tuvimos que sortear en nuestro apresurado caminar. Sobre mi espalda habían amarrado un pequeño bulto y en una mano llevaba una olla llena de trastes y utensilios de cocina. El cañaveral que atravesábamos era alto y estaba floreando, señal que ya estaba listo para la zafra. Esto era terrible para nosotros, pues al contacto nuestro, las plantas nos bañaban con el polen que nos producía un escozor terrible en nuestros cuerpos. A pesar de su dolor, era la madrastra la que nos alentaba a que no nos detuviéramos, ella me c
Había llegado temprano, las puertas del parque de diversiones estaban cerradas, tras una larga espera fui la primera en presentar mis boletos de ingreso. Luego de una minuciosa revisión, me dijeron que las entradas estaban adulteradas. El inspector de turno con el ceño fruncido me dijo que, dado que recién empezaba el día y estaba de buen humor, quería ser complaciente, por lo que yo tenía dos opciones, la primera era retirarme de su vista y desaparecer, la otra dar alguna explicación a la policía. Quede espantada, sudaba frio, no lo pude creer y grite, grite con todas mis fuerzas. Desperté asustada, felizmente todo era solo un sueño. Como resultado de lo planeado un mes atrás, Sasha, Tatiana y yo teníamos comprados pasajes y entradas para visitar Paris y hacer realidad un sueño que las tres teníamos desde niñas, visitar el parque de diversiones de Marne-la-Vallée. Personalmente puedo asegurar que soñaba todos los días con este viaje y a pesar de las restricciones que de a pocos se i
La casa de los abuelos estaba al centro de una enorme huerta, rodeada de plantas, arbustos y árboles. La abuela cuidaba un jardín que olía a flores frescas; rosas de varias especies predominaban sobre las demás, habían unas enormes y feas pero muy fragantes y otras pequeñitas teñidas de mil colores. Entrar en la casa era llenarse primero de la fragancia de sus flores, las que cuidaba con mucho cariño, sin embargo dentro de la casa nunca se vio una flor, al abuelo le disgustaba verlas en floreros. Al costado de la casa había plantas de plátanos de seda, la abuela tenía una pequeña escalera que le permitía trepar hasta los racimos y cubrirlos con pliegos de papel periódico para que los pajaritos no los malogren, dejándolos madurar en la planta para que tuvieran mejor sabor. Ya maduros, era su placer llamar a sus nietos y sentarse a comerlos al pie de la planta. Al fondo de la huerta había un galpón repleto de gallinas blancas con listas negras o negras con listas blancas, la abu
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