Quebrada verde II


En nuestro ascenso encontramos una explanada un poco amplia, donde una cabaña rústica albergaba a una familia en medio de la bruma. Un niño salió a saludarnos, su madre lo cogió para esconderlo tras unos muros de piedra. El olor a excremento de vacas llegó hasta nosotros, entonces supimos que eran pastores que llevaban su ganado hasta allí para aprovechar la vegetación del lugar. Una manada de cabras se alejó a nuestro paso y a las reses se las podían divisar ligeramente entre la niebla.

Conforme ascendíamos las bromas fueron desapareciendo para dar paso a un mutismo propio del cansancio. Cada vez era más empinada la montaña. Alguien dijo “ya no puedo, estoy cansada”, a lo que Pablito, que iba de la mano de la tía Raquel, respondió una frase escuchada a su hermana mayor: “nunca digan no se puede”; luego dirigiéndose a Gabriela le pidió que repitiese “si se puede” en forma pausada y enérgica. Esto fue como una inyección de optimismo para el grupo que celebró de buena gana la ocurrencia del niño. “si se puede” lo repetían los dos menores del grupo y todos hacíamos nuestro mayor esfuerzo ante el anuncio de nuestro guía que pronto llegaríamos a la cima.

Nuestras zapatillas parecían esponjas, habían recogido toda el agua que encontraron al rozar con las pequeñas plantas que estaban repletas de humedad, lo que dificultaba aún más nuestro lento caminar. Al salir de un recodo, Marco y Mirko ya habían trepado una piedra grande y parados en lo alto nos animaban a continuar. Tuvieron que retroceder para ayudar a Nuria, que había resbalado una vez más. Decidimos descansar un poco.

Ya habían transcurrido dos horas desde nuestra partida y solamente Gabriela era la única que no resbalaba hasta el momento. La llevaba delante mío y cogida de las axilas. La levantaba en cada piedra para luego seguirla yo, paso a paso lentamente seguíamos subiendo. Nosotros cerrábamos el grupo. El “si se puede” de los niños nos alentaba nuevamente, cuando escuchamos el sonido de unos silbatos. Habíamos llegado, pero nos faltaba una empinada cuesta que demandó bastante esfuerzo rematarla.

Dos Guardabosques parados en lo alto se asombraron al vernos. Tras un breve diálogo con ellos y algunas fotos, iniciamos el descenso. Unos minutos más y Mirko se detuvo en una pequeña explanada indicándonos que deberíamos de descansar un poco antes de continuar. Las frutas que antes de partir ya habían sido apachurradas por el peso de los niños fueron repartidas en estado calamitoso. De los plátanos muy poco se pudo aprovechar, las naranjas y mandarinas estaban golpeadas, las manzanas a pesar de los golpes del camino fueron las que mejor se conservaron, aún las pudimos comer. La neblina continuaba muy densa a pesar que ya era medio día. Junto a nosotros un acantilado escondía su profundidad entre las nubes, las pequeñas plantas acumulaban grandes gotas de agua sobre sus hojas.

Tras el receso continuamos nuestra aventura. El descanso reanimó al grupo, volvieron las risas y las bromas. Habíamos avanzado solamente unos metros cuando el sendero nos condujo a una grieta abierta en el suelo. Esta falla geológica era parte de la travesía, Mirko descendió sin dar ninguna explicación; desde dentro llamó para que lo siguiéramos. Intenté persuadirlos de buscar otro camino pero nadie me escuchó. La tía Raquel y Pablito ya descendían ayudados por Marco, siguió Milagros y luego Flor. No podía ver la profundidad de la grieta, pero las risas de los que ya habían descendido me decía que no era tenebrosa como la imaginé. Cogí a Gabriela de la cintura y bajé con dificultad hasta un vestíbulo de la caverna, luego había que atravesar un agujero arrastrándose, del otro lado alguien ayudo a la pequeña y después pasé yo.
continuará...

Comentarios

Segun lo relatas se ve un estupendo dia de montaña, parece como si la lectura me trasladara alli con mi mente,,,,estare pendiente al siguiente capitulo, me ha encantado, un saludo.
pais magico ha dicho que…
Pero que belleza de lugar, tiene que ser maravilloso y tiene que transmitir una paz increible..
Una excursion maravillosa


Un saludo.
Vicky ha dicho que…
Hola Pablo.

Gracias por hacerte seguidor y por tus palabras,que me han dado la oportunidad de conocer el tuyo.

Me a gustado mucho el relato, imaginaba las escenas a medida que las leia , incluso apreciaba la existencia de esa grieta y las risas de la niña...

Seguimos en contacto.

Un saludo cordial desde España.
Pluma Roja ha dicho que…
Sigo en espera del próximo. Este me encantó. Un saludo cordial. Hasta pronto.
Romayris ha dicho que…
Me encanta la naturaleza!, es como si cada vez que te detienes a contemplarla te llenaras de vida nueva.

Saludos cordiales
Paola Aragón R. ha dicho que…
Pablo, gracias por tu visita, te dejo mi saludo,tienes un blog que me gusta tus relatos son geniales, me vendré a leer más seguido.me gusta lo que leo por aquí.
agradezco de corazón tu comentario.

un gran abrazo

Paola

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