Quebrada Verde III



El espectáculo que se podía ver a la salida de la cueva era impresionante. Había menos neblina, un verdor hermoso lo cubría todo. Un pequeño halcón pasó cerca de nosotros y luego una bandada de pequeños pajarillos. Mi pecho latía agitadamente por la emoción que causaba ver tanta belleza. El claro oscuro del interior contrastaba con el brillo que ingresaba entre las ramas de algunos arbustos que crecían en el lugar. A partir de allí encontramos un camino mucho mejor conservado, resbaloso sí, pero libre de maleza y claramente diseñado. En los descensos pronunciados habían construido escalones para facilitar el tránsito. Flor muy confiada en el estado del sendero, fue la primera que tras caer sentada continuó resbalando varios metros hacia abajo como si estuviera en un tobogán. Las risas fueron calladas por el grito que lanzó en su caída. Cuando logró pararse toda la ropa la tenía llena de barro.


Ya no nos deteníamos, Mirko se alejaba demasiado de los rezagados por lo que teníamos que apurarnos. El apuro de nuestro guía impedía disfrutar plenamente tan sublime paisaje. Gabriela ya no quería caminar por lo que la puse sobre mis hombros. El esfuerzo era doble y el equilibrio que hacía también. Tras media hora de camino nos topamos con otra gruta y en ella pudimos encontrar a un grupo de personas que visitaban el lugar haciendo sesión de fotos, por lo que tuvimos que esperar un rato antes de atravesarla. La cueva era alta y nos permitía pasar como si fuese un túnel. La neblina ya casi era imperceptible, un calorcito agradable cubría el ambiente. Unos débiles rayos de sol luchaban por mostrarse. El hermoso paraje cubierto de diversos tonos de verde, era adornado por el serpenteante camino abierto por las manos del hombre.

Nos detuvimos para almorzar en un mirador frente a una formación rocosa natural a la que la denominan “cara del Inca”, por el parecido a un perfil indio labrado en el cerro. El paisaje era espectacular. Nuestro guía nos contó que hace unos años se podían ver más animalitos por la zona, a diferencia de ahora que no encontrábamos casi nada, salvo las avecillas que por bandadas pasaban cerca de nosotros.

El camino continuo mejorando, por aquí estaba seco y la neblina había desaparecido. Un brillante sol nos permitía ver hasta el mar en la distancia. Las casitas de Quebrada verde, se apreciaban esparcidas a lo lejos. El paisaje era adornado por multicolores flores amarillas regadas por todas partes. El descenso era cada vez menos notorio. Llegábamos al final de nuestra aventura, nuestros ojos se deleitaban con los últimos verdores del lugar, los arboles de lúcumo estaban en flor augurando una abundante cosecha, el color amarillo de las flores de amancaes reemplazaban al verde y hermoso color que nos acompañó durante la travesía.



Comentarios

Paola Aragón R. ha dicho que…
que lugar más bonito, que imágenes , tanto verde, uff que maravilla, como lo relatas parece espectacular.

un abrazo

Paola
Victoria ha dicho que…
Gracias por comentar tantas maravillas de laNaturaleza junto a las fotos en la familia dos maravillas,Natrulaleza compartida con amor,,Con cariño Victoria
Espacio Creativo ha dicho que…
que bella y grafica descripcion , me ha gustado mucho este paseo junto a tus palabras
Saludos desde Argentina
Mónica ha dicho que…
¡Un paisaje precioso!, gracias por compartir tu ruta por esos caminos de la Quebrada verde. Saludos y hasta pronto :)
estoy_viva ha dicho que…
Un bonito lugar, un buen narrador que me hizo con tus palabras ir andando por esos paisajes y ver lo que tu decias.
Felicidades por tu blog.
con cariño
Mari

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